Grasas saturadas: cuándo y por qué se convirtieron en el enemigo
Durante mucho tiempo fueron culpadas por casi todos los males de origen nutricional en la salud. ¿Estuvimos equivocados?

Hasta hace muy poco tiempo, e incluso en la
actualidad, cuando se habla de grasas saturadas en nutrición, el mensaje
es claro: hay que mantenerse alejado de ellas a toda costa.
Nutricionistas y cardiólogos las desaconsejan advirtiendo a sus
pacientes sobre la gran amenaza que representan para su sistema
cardiovascular. Estos profesionales hacen lo correcto, pues se basan en
el paradigma científico reinante. Sin embargo, la ciencia es dinámica y
se revisa constantemente. ¿Hemos estado evitando las grasas saturadas
sin motivos?
Un poco de historia
El
principal impulsor de la tendencia anti-grasa saturada es, muy
probablemente el ya fallecido fisiólogo e investigador estadounidense,
Ancel Keys. A mediados del siglo XX, este científico publicó un estudio
que revolucionaría el mundo: el “estudio de los siete países”, el cual
mostró datos epidemiológicos y nutricionales de EE.UU., Finlandia,
Holanda, Italia, Grecia, la ex Yugoslavia y Japón. Durante años Keys y
su equipo trabajaron recogiendo y analizando una enorme cantidad de
datos usando modelos matemáticos complejos basados en ecuaciones de
regresión. Sus conclusiones fueron concretas: a mayor consumo de grasas
saturadas y de colesterol, mayor era la cantidad de muertes por
enfermedad cardiovascular.
Cuando Keys comenzó su cruzada contra
las grasas saturadas, un nuevo paradigma nació en la nutrición. Las
guías alimentarias, la industria, y el mundo de la salud, comenzaron
caminos tendientes a disminuir por todos los medios el consumo de grasas
saturadas. La decisión fue que lo mejor para suplir ese vacío en la
alimentación, tanto energético como cultural, eran los carbohidratos.
Mientras el sector agroalimentario relacionado con la producción de
granos y la industria azucarera festejaba la decisión, millones de
personas lo lamentarían en las décadas venideras.
Mirá también: Una sociedad de adictos a los carbohidratos
El
enorme aumento en el consumo de carbohidratos refinados nos traería, en
parte, fenómenos que venimos apreciando desde hace mucho tiempo:
obesidad pandémica, diabetes, resistencia a la insulina, síndrome
metabólico, y paradójicamente, mayor incidencia de enfermedades
cardiovasculares, que era aquello que quería prevenirse en primer lugar.
Poniendo blanco sobre negro
A
fines de mayo del 2010, se llevó a cabo en Copenhague, Dinamarca, un
simposio científico que reunió a algunas de los referentes más
importantes del mundo de la nutrición, entre quienes estuvo Walter
Willet, epidemiólogo y director del Departamento de Salud Pública de la
Universidad de Harvard. El tema a debatir fue el estado del arte de la
evidencia sobre la reducción del consumo de ácidos grasos saturados
sobre la incidencia de enfermedad coronaria. Como resultado del
simposio, en la que, “oh casualidad”, se hace referencia a la presencia
de factores de confusión en aquel “estudio de los siete países”
realizado otrora por Keys, que determinaban que sus conclusiones NO
habían sido estrictamente correctas.
Pero, ¿por qué arribó Keys a esas conclusiones?
No
vamos a profundizar sobre metodología científica, pero en estudios de
este tipo llamados observacionales, uno puede buscar correlaciones entre
unos eventos y otros, pero en ninguna medida puede hablarse de
causalidad. Keys no solo basó sus conclusiones en un estudio
observacional, sino que hizo algo que en ciencia es altamente
repudiable: eligió incluir sólo aquellos casos en los que su hipótesis
se confirmaba, lo que conceptualmente se llama sesgo de confirmación. De
ese modo, incluyó en el estudio a los países en los que la correlación
podía observarse, pero decidió ignorar aquellos en los que esto no
pasaba.
¿Dónde estamos hoy?
El 12 de
junio de 2014, la revista estadounidense Time presentó una edición que
revolucionó al mundo de la salud, especialmente el relacionado con la
nutrición. La tapa mostró una imagen muy simple: un rulo de manteca
sobre un fondo negro. Su título: “coma manteca”; el subtítulo en
cuestión: “Los científicos etiquetaron a la grasa como el enemigo. Por
qué se han equivocado.”
Como cualquier medio de comunicación,
Time buscó generar un gran impacto y efectivamente lo logró. Una serie
de publicaciones científicas actuales de buena calidad acumulan
evidencia de que no son las grasas saturadas las responsables de todos
nuestros males, sino el exceso de carbohidratos refinados.
Entonces,
¿consumir grasas saturadas es bueno? Primera cuestión: usted no come
grasas, come alimentos.Si pudiéramos resumir las principales fuentes
alimentarias de grasas, caeríamos casi inexorablemente y salvando
algunas excepciones, en los siguientes alimentos: aceites, carnes,
lácteos, huevos, pescados, frutos secos y semillas. Luego podríamos
hablar de subproductos industriales, pero el origen será, casi
seguramente, alguno de los alimentos mencionados. No se puede hacer una
traducción perfecta entre alimentos y grasas, por lo tanto, no
confundamos recomendaciones sobre nutrientes con recomendaciones sobre
alimentos. Es interesante, en este sentido, decir que cada uno de estos
alimentos presenta una composición heterogénea de ácidos grasos. Vale
aclarar que lo que llamamos grasas, son principalmente triglicéridos,
que a su vez, están formados por ácidos grasos. Por ejemplo, la grasa
láctea, que constituye una de las fuentes paradigmáticas de ácidos
grasos saturados, contiene 1/3 de sus ácidos grasos en forma insaturada.
O yendo al aceite de oliva, famoso por su gran contenido en ácidos
grasos monoinsaturados y propiedades “cardioprotectoras” contiene hasta
un 14% de ácidos grasos saturados en promedio.
Segunda cuestión:
cuando usted evita comer algo, probablemente lo reemplace por otro
alimento. El paradigma de Keys trajo un miedo compulsivo a ciertos
alimentos, como los lácteos enteros y los huevos. A la vez que caía en
EEUU el consumo de estos, aumentaba sustancialmente el de cereales de
desayuno, harinas refinadas, azúcar y margarina.
Mirá también: Polémicas omisiones en las nuevas guías alimentarias de EE.UU.
La
investigación científica en nutrición es mucho más compleja de lo que
se cree. En parte, y simplificándolo un poco, porque cuando se reduce el
consumo de un alimento o de un macronutriente, es probable que se
aumente el de otro. Entonces, ¿qué provoca el efecto? ¿fue la
disminución de aquello, o el aumento de esto? Llegar a conclusiones
tajantes es prácticamente una quimera.
Más allá del título
altisonante de “coma manteca” de la revista Time, ninguna institución de
corte sanitario-científico propone aumentar el consumo de grasas
saturadas. Por el contrario, instituciones como la FESNAD (España) o las
Dietary Guidelines 2015-2020 (EEUU) siguen insistiendo en su reemplazo
por insaturadas, especialmente poliinsaturadas. El reemplazo por
hidratos de carbono de alimentos altamente procesados, como ya lo
mencionamos, es una mala decisión.
¿Cómo llevar esto a las decisiones alimentarias del día a día? Acá van algunas sugerencias:
-Si
puede hacerlo, priorice el consumo de pescado por sobre otras carnes
como las de ave o carnes rojas en general. No le tema a la carne vacuna o
a la de ave, pero en pos de optimizar su alimentación, opte más veces
por el pescado.
-Las carnes magras no son la panacea. A veces,
la locura en pos de que todas las carnes sean magras, nos lleva a malas
decisiones o a compensaciones. En ese sentido, podría decirle, y tome
esto como mi posición profesional, que elija una tira de asado al plato
antes que un sándwich de cuadril con pan blanco; e incluso una porción
de pata-muslo de pollo por sobre empanadas de pollo hechas con pechuga.
Los efectos sobre la saciedad son bien diferentes. En resumen, si usted
va a reemplazar esa grasa para compensar el consumo de harinas o de
algún postre azucarado, sepa que no está tomando una buena decisión.
-¿Enteros
o descremados? El criterio es el mismo que el anterior. “Ahorrar
calorías” de la grasa para consumirlas en forma de harinas o azúcares es
una mala decisión. Sepa, igualmente, que no es lo mismo un yogur entero
natural (sin azúcar añadido) que un queso untable procesado.
-Buenos
alimentos fuentes de grasa insaturada: elija frutos secos como nueces,
almendras, castañas, avellanas. Pescados. Aceite de oliva virgen o
extravirgen, fundamentalmente crudo. Palta. Aceitunas. Semillas: chía,
lino, calabaza, sésamo, girasol, etc.
Más allá de estas
recomendaciones y de las posiciones de organizaciones científicas muy
serias, nunca viene mal un poco de sentido común. En este sentido, no le
tema a las grasas saturadas, pero tampoco las ponga en un pedestal.
Alcanza tu éxito financiero, manténte informado oportuna y eficazmente.
Da 'me gusta' a nuestro Facebook:Variedades Adonis y Angie
Síguenos en Instagram: Adonis_Macias_1D
Alcanza tu éxito financiero, manténte informado oportuna y eficazmente.
Da 'me gusta' a nuestro Facebook:Variedades Adonis y Angie
Síguenos en Instagram: Adonis_Macias_1D
Comentarios
Publicar un comentario